viernes, 15 de marzo de 2013

Contraparadoja

Sin duda alguna actualmente existen dos países. El primero mayoritariamente marginal, es decir, los que no hacen nada y simplemente esperan todo del gobierno, aquellos que con poca valoración personal y que con mucho resentimiento aprendieron a sobrevivir a costa del gobierno que se lo tiene que dar porque ellos son pobres, sin padre ni madre; en vez de surgir por ellos mismos. Y el segundo es el de los venezolanos que se levantan cada día con ganas de trabajar, de surgir, de ganar más, de hacer cosas diferentes, de hacer un país nuevo, más ético, renovado, con un futuro digno para sus hijos, pero con todas las dificultades del mundo, y aun así siguen luchando por seguir y por salir adelante.
Lo que hay que aceptar es que Venezuela somos todos los venezolanos que hemos nacido en esta cultura de mentiras, de dobles estándares, de apariencias de persona importante, de promesas para no cumplirlas, pensando que aquí estamos de lo mejor. Aquí nadie es culpable porque nadie asume las reglas del juego, aquí hay leyes para ser violadas y si se mantienen es con las condiciones que imponga el que gobierna.
El problema se siente por mapas aprendidos en el manejo de quien es el otro, en otras palabras, queremos que el otro sea como yo impidiéndole la autonomía o la independencia. Nuestros mapas nos hacen poco aptos para una democracia de proceso, donde cada persona sea quien es y que asuma las responsabilidades de su vida. 
La realidad es que el venezolano viviendo en el contexto social donde estamos, es decir, nuestro país, se vuelve loco porque entre tantos dobles vínculos no termina sabiendo quien es, ni que quiere, ni a dónde va y mucho menos con quien cuenta. Esto nos hace estar a la deriva por así decirlo, y el sistema no ofrece ninguna garantía sino la de colapsar; a esto es a lo que nos referimos con el termino marginalidad.
A raíz de todo esto se llega a la conclusión de que el venezolano típico, es decir, cualquiera de nosotros, se protege dejando de creer en lo que sigue creyendo, no teniendo mucha idea de lo que cree, ni mucho menos teniendo en claro en que país vive o quiere vivir.

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